El envenenamiento de perros es grave y preocupante, es una forma cruel de maltratar a un animal y tal vez las personas deberíamos conocer la tortura que es morir de esa forma. En general la muerte es larga y tormentosa, y puede durar varias horas. Sufren desorientación, sangrado nasal, dolorosas convulsiones, dolor abdominal, las extremidades se endurecen, el cuerpo se comprime, los pulmones empiezan a trabajar con dificultad, les falta el oxígeno, los músculos se hacen rígidos provocándoles terribles dolores musculares y no pueden respirar.
La mayor parte de animales tienen sistema nervioso al igual que los humanos, por lo que también sienten. A pesar de esto muchas personas no lo ven así, porque para ellos son objetos, eso dice incluso nuestra constitución. Además de las molestias o inconvenientes que pueden ocasionar en lugares públicos como: eyecciones, ataques (generalmente de perros con dueños irresponsables que los dejan fuera de sus casas), ruptura de fundas de basura, etc. Por estas razones creemos tener el derecho de manipular sus cuerpos como queremos. Pero todo eso es nuestra responsabilidad al permitir irresponsablemente su reproducción, al comprar animales que solo los reproducen por negocio y al dejar a los perros fuera de casa.
Qué poca empatía debe tener un envenenador de perros. No se da tiempo a pensar en el dolor de otros o en posibles consecuencias, como que un niño esté en contacto con el veneno. Requiere cobardía para esconderse y dañar a seres tan indefensos, debe tener poco respeto por otros, y si algo le molesta lo elimina.
Hay otros envenenadores de perros, y lamentablemente son los que deberían ser parte de la solución. Las autoridades de los municipios cuando no encuentran otra salida, y por su mala gestión toman la decisión fácil. Al permitir la sobrepoblación de la fauna urbana en las calles, y al verse presionados por grupos defensores de animales, deciden envenenarlos.
No puedo dejar de pensar que, si no contribuimos para solucionar la problemática de los animales en las calles, como parte de la sociedad civil, o de agrupaciones, también participamos; aunque sea de forma pasiva, en actos tan crueles como el envenenamiento de perros en Ambato.