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¿El lenguaje perpetúa el maltrato?

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La capacidad de sufrimiento conecta a todas las personas, y también une a los humanos y al resto de los animales. El sufrimiento como principio ético ya ha sido discutido por algunas filósofas y filósofos, y va formando parte de algunos movimientos sociales. A continuación, hablaré de cómo el lenguaje es un arma de cambio y de opresión. Si bien el lenguaje comunica, el lenguaje también oprime e invisibiliza. Lo que se debe plantear es un constante análisis de las palabras y cómo estas se refieren de manera despectiva hacia el resto de los animales y aportando a que se los maltrate.

Palabras que perpetúan el maltrato:

Se mostrará cómo el lenguaje que oprime es una lucha de todas y todos. Pues oprime paralelamente a todas las minorías, incluyendo el resto de los animales. Tenemos palabras como perra, cerdo/a, zorra, burro/a y sapo/a, que son adoptados de manera coloquial para ofender a alguien, o aludir a algo que se considera negativo en la otra persona. Especialmente zorra y perra se usa en femenino, porque no solo contiene discriminación hacia un animal en particular sino también hacia una mujer que vive su sexualidad con libertad. Entonces, tales palabras que hacen referencia a un animal en específico y que de manera simultánea se consideran un insulto, también se basan en estereotipos que perjudican a mujeres. Para que se comprenda mejor lo dicho, en breve se explicará una palabra de las ya mencionadas.

La palabra burro, usada para insultar, perpetúa la noción de que los burros son menos inteligentes que el parámetro normativo, y que por eso son dignos de darles trabajo pesado. Uno de los argumentos que más usan las personas para reprimir al resto de animales, es que son menos inteligentes que los humanos. Este argumento es falaz porque muchos animales que no pertenecen a la especie humana son más inteligentes que muchas personas, bajo mediciones tradicionales y humanas, aun así no los maltratan por eso. Entonces, tal insulto sigue reafirmando que ser o no inteligente es un principio ético, y que los burros son dignos de tal maltrato.

Palabras que sistematizan el maltrato:

Hay algo que debemos reconocer, nadie nos pertenece, y mucho menos un ser sintiente (que tiene capacidad de sentir). Nosotros no somos dueños de los perros o gatos con quienes convivimos, nosotros solo podemos ser dueños de las cosas. El resto de los animales tienen sus propios intereses, sienten y sobre todo son capaces de sufrir. Si bien un perro y un gato necesitan de nuestros cuidados no significa que su voluntad está a merced de lo que nosotros deseamos de ellos.

Ser dueño según la RAE es tener el dominio sobre alguien o algo. Cuando una persona es dueña de alguien se denomina esclavitud, y esclavitud se define como, una persona que “…somete a otra, o a un trabajo u obligación”. ¿Por qué no llamamos también esclavitud al manejar de las vidas del resto de los animales a nuestro antojo?  Algunas y algunos autores como Peter Singer afirman que la autoridad que tenemos sobre ellos también es esclavitud. Una de las razones por las que ocurre y se justifica está represión es porque no nos podemos comunicar con ellos. A pesar de que sabemos que tienen sus propios deseos y que tienen emociones y aun así los sometemos a maltratos para saciar placeres o necesidades.

¿Si una persona no tiene capacidad de hablar la invalidamos? Sí, en muchos aspectos sistemáticos de la sociedad. Sin embargo, hay muchos grupos que los defienden porque se reconoce que hay un ser sintiente y que merece la misma libertad que el resto. Es una lucha constante que atraviesa a seres que pertenecen a la especie humano y todo el resto de los animales.

Yo comienzo por llamar a los gatos con los que crecí y viví casi toda mi vida, compañeros y amigos. Trato de respetar su independencia y su vivencia del mundo como suya. Aunque no logro comprender muchas cosas de ellos, entiendo que son seres independiente y sintientes. Comparto e invito que se ayude a no perpetuar palabras que alimentan dolor, esclavitud, sufrimiento y maltrato.

Referencias:

Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.3 en línea]. <RAE>

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